miércoles, 14 de agosto de 2013

Tiny things

Solía verla cada día, sobre las 18.30. Ella llegaba, pedía un café y se sentaba en la mesa del rincón.

La observaba fugazmente, temeroso de que pudiera descubrir los sentimientos que albergaba hacia ella.

Conocía la manera en la que colocaría cuidadosamente la cucharilla, siempre boca abajo, en la parte derecha de la taza.

Él fingía leer un periódico, trataba de autoconvencerse de la absurdez de la situación. Tenía 50 años, estaba casado. Cómo podía encontrarse ante aquella tesitura, ante aquella chiquillada, ante aquella realidad. Podría ser su padre...

En ocasiones su mirada se cruzada fugazmente con la de la chica del rincón. Una extraña sensación le hacía estremecerse. El corazón le daba un vuelco. Ruborizado, apartaba rápidamente su mirada. A veces le daba la tos.

Sin embargo, como atraído por una extraña fuerza, no podía dejar de acudir a su especie de cita.

Posteriormente la chica se levantaba, recogía amablemente su taza y la llevaba a la barra. No se despedía de él, ni siquiera habían hablado nunca.


Espero volver a verla mañana, pensaba con una sonrisa en su rostro. Por alguna extraña razón, era feliz.